La población de la tercera edad está integrada por personas mayores o ancianas con 60 años y más. Hoy día, los profesionales usan con mayor frecuencia los términos personas mayores y/o adulto mayor. Según la Organización Mundial de salud (OMS), en el año 2000 hubo 600 millones de ancianos, lo cual representó 11,0 % de la población total del planeta; entre el 2000 y el 2050, la proporción se duplicará (22,0 %), mientras que la cifra de los que tengan 80 años y más aumentará casi 4 veces. En números absolutos, se alcanzaría de 605 a 2000 millones en el transcurso de medio siglo.
El cambio demográfico del envejecimiento en Europa ocurre desde el siglo XIX. Se espera que en Francia el grupo de habitantes de 65 años o más se duplique de 7 a 14 % en 100 años, mientras que en países como China ese fenómeno ocurrirá en menos de 25 años.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define 3 niveles de prevención como objetivo de la Medicina del Trabajo: Prevención Primaria, Secundaria y Terciaria, que suponen técnicas y objetivos diferentes, al unir el criterio del conjunto salud-enfermedad, según sea el estado de salud del individuo, grupo o comunidad a las que están dirigidas.
A la hora de la prevención de cualquier enfermedad se habla de:
La relación enfermera-persona sana o enferma no ha sido suficientemente abordada, no sucede de igual manera con la relación médico-paciente la cual es tratada con cierta frecuencia. De hecho, algunos profesionales de la salud consideran que las relaciones médico-paciente y enfermera-persona sana o enferma son las mismas, y declaran que no hay diferencia alguna entre ellas. Sin embargo, a pesar de compartir igual objeto de estudio y espacios comunes para el ejercicio de cada profesión no poseen iguales contenidos ni funciones. En opinión de la autora existe una gran diferencia entre la actuación médica y de enfermería, por lo cual las relaciones terapéuticas que establecen cada tipo de profesional con las personas enfermas o sanas no han de ser las mismas.
Todo lo cual motivó a realizar una reflexión teórica sobre los reales fundamentos que sustentan la relación enfermera-persona sana o enferma y que lo hacen distinta a la relación médico-paciente, asumiendo el basamento histórico social y religioso que sirvieron de base en el origen de ambas profesiones. Considerando finalmente que el tema se declara abierto al análisis y debate y no lo da por concluido o agotado, resaltando que el tratar de igualar los fundamentos de la relación médico-paciente y enfermera-persona sana o enferma constituye un error ético y asume que colocar este tema a debate obligaría a repasar los elementos que desde el punto de vista religioso y social tiene de antecedentes la problemática enfermera-paciente y médico-paciente porque, sin lugar a dudas, la hegemonía y preponderancia médica ha minado las relaciones médico-paciente las cuales han jugado un papel en la historia de la medicina y en el modelo de cuidados e imagen que sobre la actuación de enfermería poseen los profesionales de la salud y la sociedad.